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Con su permiso voy a introducir un argumento: Cuando la señora Chismes, vecina del segundo derecha, llamó a mi puerta, yo pensé que lo que venía buscando er
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Con su permiso voy a introducir un argumento: Cuando la señora Chismes, vecina del segundo derecha, llamó a mi puerta, yo pensé que lo que venía buscando era mi amor. O un poco de sal... Pero por lo visto el asunto no iba por ahí. En lugar del deseo ardiente de verme en ropa interior, lo que aquella mujer traía en la cabeza eran dos cosas bien distintas: demasiada colonia barata, y la intención de implicarme en el mayor robo del siglo. Lo que estoy a punto de compartir con ustedes la disparatada aventura de una serie de supervivientes de este tiempo cruel, personajes sin oficio ni beneficio conocido, desesperados y, para mayor complicación, incapaces de sumar entre todos ellos una única neurona útil... Por cierto, ¿les he dicho ya que son ustedes un público maravilloso?