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Toledo, la vieja capital de España, nunca ha conseguido beneficiarse del agua de su río, el Tajo, que discurre en lo profundo de un barranco a un desnivel de
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Toledo, la vieja capital de España, nunca ha conseguido beneficiarse del agua de su río, el Tajo, que discurre en lo profundo de un barranco a un desnivel de más de cien metros: ni romanos ni árabes fueron capaces de superar ese desafío natural. Juanelo Turriano, relojero del Rey e ingeniero lombardo al servicio de la Corona espaola, con el apoyo de Felipe II y de su aposentador Juan de Herrera, idea un ingenio o artificio capaz de transportar el agua a una altura de más de 100 metros y a través de un acueducto de 300 metros hasta la torre nordeste del Alcázar.Esta gran fábrica, una especie de catedral laica y renacentista, da empleo e ilusiona a los sectores populares y gremios de una ciudad que ya se veía abocada a la decadencia. Juanelo, casi septuagenario a la hora de emprender el proyecto, arriesga toda su bolsa y su energía en una empresa que tiene también detractores y enemigos. Entre ellos, el marqués Corregidor y las fuerzas vivas de la ciudad, que recelan de las intenciones de la Corona. Juanelo culmina en 1569 la obra con un éxito total, pero la demora en los cobros lo encadena a Toledo y le obliga a proyectar un segundo ingenio. Entretanto, las potencias enemigas de Espaa no cesan de acosarlo, llegando a asaltar incluso su casa y su taller en busca de una supuesta ¡arma secreta! para la Gran Armada que él habría estado diseando.El Hombre de Palo, su autómata más celebrado, asiste impasible a las dos últimas décadas de vida de su padre y creador, Juanelo Turriano, quizá las más intensas y aventureras de toda la dilatada existencia del gran relojero e inventor nacido en Cremona y en las que no faltan buenas dosis de amor y de amistad.Antonio LázaroEl relojero del rey