Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia mientras navega. Las cookies que se clasifican según sea necesario se almacenan en su navegador, ya que son esenciales para el funcionamiento de las características básicas del sitio web. También utilizamos cookies de terceros que nos ayudan a analizar y comprender cómo utiliza este sitio web. Estas cookies se almacenarán en su navegador solo con su consentimiento. También tiene la opción de optar por no recibir estas cookies. Pero la exclusión voluntaria de algunas de estas cookies puede afectar su experiencia de navegación.
Imprescindibles
Las cookies necesarias son absolutamente esenciales para que el sitio web funcione correctamente. Esta categoría solo incluye cookies que garantizan funcionalidades básicas y características de seguridad del sitio web. Estas cookies no almacenan ninguna información personal.
No imprescindibles
Estas cookies pueden no ser particularmente necesarias para que el sitio web funcione y se utilizan específicamente para recopilar datos estadísticos sobre el uso del sitio web y para recopilar datos del usuario a través de análisis, anuncios y otros contenidos integrados. Activándolas nos autoriza a su uso mientras navega por nuestra página web.
Compra desactivada, en breve podrá realizar su compra.
«Volviendo a lugares que fueron tu rostroAtravieso la nube que rodea mi cuerpoY hunde en el aire su sombra».«Como en los soliloquios de las grandes tragedias
info
«Volviendo a lugares que fueron tu rostroAtravieso la nube que rodea mi cuerpoY hunde en el aire su sombra».«Como en los soliloquios de las grandes tragedias de Shakespeare, el hombre se desnuda frente al espejo.Y he aquí lo que el espejo refleja: el recuerdo nebuloso de la infancia y la juventud, o el de la embriaguez que le condujo a escribir aquel primer libro de las maravillas. Borradores, palimpsestos, silencios. Pero ahora, a solas consigo mismo, desespera por completo.Y he aquí lo que ve: su cuerpo ya no es la palabra bella ni el grácil discurso. Ahora no es más que un corazón que late, la verdad que se ha librado de toda la literatura del mar, de la isla, de la estrella o de la piedra. Ahora es vida la palabra mar y la palabra estrella y la palabra piedra y la palabra isla. Son sangre estas palabras, vuelven a serlo, vuelven a estar vivas. Y sucede tan pocas veces...Yo los llamo poetas trágicos: R. M. Rilke, W. B. Yeats, Yannis Ritzos, J. A. Valente, Antonio Gamoneda, Joan Vinyoli, Andreu Vidal y José Carlos Cataño.Los demás vivimos una mortecina y académica juventud hecha de tinta, no de sangre, de sangre vieja, de sangre de Muerte.» Albert Roig