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Es otoño y un hombre advierte a una mujer al pie de las olas. Matías, habitante de un suburbio al que no volverá, la observa desde una duna. Federica, nativa
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Es otoño y un hombre advierte a una mujer al pie de las olas. Matías, habitante de un suburbio al que no volverá, la observa desde una duna. Federica, nativa de un pueblo cercano del que se ha fugado, es vista sin darse cuenta. Ambos buscan cosas dispares, tal vez complementarias: él, una mujer que lo libere de sí mismo y de su memoria; ella, un hombre que la fecunde y cambie su destino. Cuando ambos se encuentran al atardecer, el único testigo de su colisión, el viejo que los hospeda, considera innecesario prevenirlos. La vida sigue su curso: Federica regresa, como sus antecesoras, a Río Partido; Matías, despojado de su semilla, se desdobla en múltiples individuos, su rara descendencia. En la playa, en el desierto o en la ciudad, una poderosa sensación atraviesa esta historia: la de una revelación siempre inminente y siempre pospuesta, suspendida en una atmósfera que, sumida en la nostalgia, linda también con el desvarío. Así la prosa del autor, tan solar como aquella playa, tan pulida como aquel testigo tendido al paso de la gente extraña.
