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El «caso Lorca», su muerte y el posterior devenir de su cuerpo, ha sido, y es sin duda, un ejemplo de manipulación y enconamiento partidario, un discurso cai
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El «caso Lorca», su muerte y el posterior devenir de su cuerpo, ha sido, y es sin duda, un ejemplo de manipulación y enconamiento partidario, un discurso cainita, un eterno problema recurrente. El «caso» ofrece una extraordinaria caracterización de personajes; hay políticos y militares, leales y traidores, figurantes ambiciosos y criminales sin fondo, idealistas desencantados y aventureros heroicos, canallas que devinieron en respetables y gente de bien que desapareció de la escena, amantes garduños y amigos leales, familias con secretos de tribu y rencillas de alcoba, asuntos y personajes todos que reclaman a gritos un autor que los componga, que los dé a la luz, que los saque del misterio, que les dé vida después del crimen. Es toda una aventura literaria, y prueba de ello es el constructum de unos hechos que se convirtieron en misteriosos desde su comisión misma. Gente inocente perseguida por una culpa negra, criminales sin sombra desaparecidos de los papeles y de la memoria, relatores complacientes que siempre ofrecen lo que no saben, mentiras que andan solas, verdades que se esconden, silencios que se pagan, palabras que se venden, esos son los actores de un drama que empezó en tragedia y terminó en sainete. Las recientes excavaciones de septiembre de 2016 en Víznar apuntan a que el cuerpo de García Lorca y sus otros tres compañeros de infortunio fueron removidos de su tumba al poco del crimen. Esta obra apunta lo que pudo pasar a partir de esa mudanza, algo hasta ahora nunca admitido. Poco a poco la investigación ha ido desmontando parte del mito, sobre todo en lo que hace a la motivación y autoría del crimen. Lo mismo ha pasado con sus asesinos, que primero eran una escuadra de falangistas, luego unos espontáneos y al final han terminado siendo unos profesionales del crimen entre los que formaba un familiar suyo. Todo se pulió para resultar políticamente más correcto; no convenía apuntar a que los problemas de familia rondaban en la denuncia, ni que sus captores no pretendían su muerte, ni que todo se torció por unas viejas pendencias. Pero, ¿qué sucedió realmente después del crimen? ¿Dónde estuvo su cadáver? Hoy ya queda muy poco por saber de FGL, si acaso solo dónde está enterrado, cruzar la última frontera. Este es el objetivo de la presenta novela que apunta hacia un desenlace final absolutamente sorprendente.